sábado, 12 de julio de 2008

Entrevista a Hermann Heidegger

Antonio Gnoli y Franco Volpi
Le Magazine Littéraire, traducción aparecida en Imago Agenda, nº 15


Gnoli y Volpi (G.V.)- ¿Cuál es el recuerdo más antiguo que conserva de su padre?
Hermann Heidegger (H.H.)- Es de cuando mi hermano y yo, chicos, nos encontrábamos con nuestro padre en la mesa para el almuerzo y la cena. Eran las únicas ocasiones en que lo veíamos, por lo ocupado que estaba para estudiar y pensar. Mi recuerdo es el de un hombre alegre y afectuoso, diferente a la imagen convencional del filósofo.

(G.V.)- ¿De qué hablaban en las comidas?
(H.H.)- Seguramente no de filosofía. En la mesa, hablábamos con él como con los demás miembros de la familia. Se interesaba por el fútbol, el esquí y por todo lo que hacíamos nosotros y nuestros amigos. Eso no me impidió por supuesto tener más adelante conversaciones filosóficas con él.

(G.V.)- ¿Cuándo tuvo, exactamente, esas conversaciones con él?
(H.H.)- Desde antes de la guerra, ya empecé a ir a algunos de sus cursos en la Universidad. Luego, durante el conflicto, fui herido en el frente ruso y enviado en convalecencia a Alemania. Fue entonces cuando seguí con cierta regularidad los seminarios que mi padre le dedicaba a Nietzsche. Todo esto se daba en los años 1938-1939 y después en 1942-1943.

(G.V.)- ¿Qué efecto producía en los estudiantes la palabra de Heidegger?
(H.H.)- Lo que impresionaba primero, es que se entendía todo lo que él decía. Tenía una manera pedagógicamente muy hábil de tratar los temas. Y el efecto era realmente sorprendente, comparado con las dificultades que se encuentra al leer sus escritos. Creo que era un enseñante magnífico.

(G.V.)- En efecto, los relatos de algunos de sus alumnos, como Löwith, Gadamer y Hannah Arendt, transmiten la impresión de que poseía un gran carisma. En este punto, lo que nos intriga, es esto: usted participaba de los cursos de su padre, pero al mismo tiempo sus intereses se sitúan fuera de la filosofía, y usted elige una carrera de historiador. ¿Por qué?
(H.H.)- Era difícil, creo, poder rivalizar en el terreno filosófico con un hombre de la estatura de mi padre. La confrontación hubiese sido aplastante para nosotros.

(G.V.)- Usted habla en plural...
(H.H.)- Es que incluyo a mi hermano Jörg, que en su caso se decidió por la ingeniería.

(G.V.)- ¿Cómo reaccionó su padre?
(H.H.)- Nos dejó libres para elegir. Luego se interesó por nuestros estudios: por los problemas de la técnica, en lo que concierne a mi hermano, y a los que provocaba mí oficio de soldado. No vivía encerrado en sus problemas filosóficos. Siempre trató de hacer entrar al mundo en su construcción espiritual. De sus largas conversaciones con los campesinos, por ejemplo, recibió estímulos esenciales para su pensamiento.

(G.V.)- Usted aludió antes al período de la guerra, que terminó con el hundimiento de Alemania. Para su padre, acusado de complicidad con el nazismo, fue el comienzo de tiempos muy difíciles. Se trata de episodios muy dramáticos, como ese intento de secuestro de su biblioteca. Sólo la intervención de Jaspers pudo impedir esa medida. ¿Qué recuerdos conserva de esa fase tan dolorosa?
(H.H.)- Es muy poco lo que puedo decir de todo este período. Después de la. guerra, yo quedé como prisionero de los rusos alrededor de dos años y medio. Sé que mi padre se refugió durante meses en el chalet, porque la casa de Friburgo había sido requisada por las tropas de ocupación francesas.

(G.V.)- Su padre decía que le había sido retirada la posibilidad de trabajar, ya que ni siquiera su biblioteca estaba ya a su disposición.
(H.H.)- En lo que concierne a la biblioteca, hubo un arduo debate. Debía ser transferida a Mayencia para formar el eje de una Universidad que los franceses querían fundar allí. Pero esto pudo ser evitado.

(G.V.)- Como puede deducirse de la correspondencia, Heidegger debió sentir una gran desilusión al ver que Jaspers no se comprometió enseguida a su favor.
(H.H.)- Yo no estaba allí; no puedo entonces ofrecer mi testimonio. Presumo que quedó decepcionado por la primera apreciación, muy negativa, que Jaspers redactó sobre él para el comando aliado. En cualquier caso, esta apreciación ni siquiera le fue comunicada íntegramente.

(G.V.)- ¿Usted quiere decir que Heidegger nunca tuvo conocimiento del informe que Jaspers redactó sobre él?
(H.H.)- Probablemente ha visto una parte, pero seguramente no aquella donde Jaspers se expresa negativamente.

(G.V.)- En la, copia de ese informe que está en su poder, hay un párrafo en el cual Jaspers dice que Heidegger, junto con Carl Schmitt y Ernst Jünger, fue mascarón de proa del régimen... ¿Cuáles eran las relaciones entre su padre y estas dos otras personas?
(H.H.)- Con Carl Schmitt, tuvo una breve relación en 1933 y luego nada más. Con Ernst Jünger, fue diferente. Mi padre había leído tempranamente El trabajador, y lo había tomado, junto a otros, como tema de un seminario privado. Además, en los textos inéditos, hay un conjunto de escritos de Heidegger sobre Jünger, que serán publicados en el futuro.

(G.V.)- ¿Recuerda usted cómo se conocieron Heidegger y Jünger?
(H.H.)- No. Pero recuerdo una visita de Jünger al chalet de Todtnauberg. Yo acababa justamente de volver del cautiverio, y juntos hicimos un paseo. De pronto, Jünger se dio vuelta hacía mí y dijo: “De hecho, señor Heidegger, ¿no le parece que este lugar sería ideal para instalar artillería pesada como protección del fuego enemigo?” Con la guerra era monotemático.

(G.V.)- A diferencia de lo que pasó con su padre, hubo menos encarnizamiento contra Jünger. En su libro Visita a Alemania Hanna Arendt escribe que los primeros escritos de Jünger ciertamente ejercieron alguna influencia sobre la inteligencia nazi, pero que Jünger, por cómo era su personalidad nunca hubiera podido formar parte del régimen nazi, ni siquiera en sus comienzos. Ella más bien lo hubiera incluido junto a aquellos que ejercieron resistencia contra el nazismo.
(H.H.)- Una resistencia espiritual, seguramente. Porque cuando se habla de la resistencia alemana, siempre hay que diferenciar entre la resistencia activa y la resistencia puramente espiritual. Y corno historiador, debo decir que, también mi padre, sin ninguna duda, le opuso al régimen una resistencia espiritual. No una resistencia activa, la naturaleza de su personalidad no lo llevaba a eso. Pero no faltan los testigos de esa época que sostienen que Heidegger, en sus cursos y seminarios, decía cosas realmente peligrosas.

(G.V.)- Cuando dice que la personalidad de su padre no lo inducía a resistir activamente; ¿Usted quiere subrayar que era un hombre dedicado únicamente al pensamiento? ¿O bien hay otros motivos?
(H.H.)- No era propenso a la acción, y encontraba desagradable todo lo que es, en definitiva, de orden público.

(G.V.)- ¿Qué puede decir sobre el famoso Discurso que pronunció al ser nombrado Rector?
(H.H.)- Creo que en Alemania muy pocas personas leyeron íntegramente esta toma de posición. En 1983. cincuenta años después de la toma del poder por parte de los nacionalsocialistas, el alcalde de Friburgo pronunció un discurso en la Universidad en el cual declaró: “Aquí es donde Martin Heidegger pronunció su demasiado famoso Discurso, en el que glorificaba al nacionalsocialismo”. Apenas terminó me acerqué y le pregunté: “Señor intendente, contésteme con sinceridad, leyó usted ese discurso?” Lo vi ruborizarse y tuvo que reconocer que no lo conocía.

(G.V.)- Sea como fuere, hay algunas frases, citadas en la biografía de Hugo Ott, que parecen y llegan a prestarse a confusión -una glorificación del nazismo.
(H.H.)- Son frases que no se encuentran en el Discurso del Rectorado. Y además, hay algunas cosas para agregar a estos textos, que corrigen la imagen que los mismos dan de Heidegger. Dicho al pasar, yo soy uno de los raros sobrevivientes entre quienes asistieron al Discurso del Rectorado.

(G.V.)- Usted era, sin embargo, muy joven.
(H.H.)- Tenía trece años, y evidentemente no capté el contenido del discurso. En esa época, yo era miembro de una organización juvenil, de la que prontamente me volví uno de los entusiastas líderes. Eso fue en 1934. A partir de ese momento y durante varios años, tuve discusiones con mis padres; ellos me decían: “Muchacho, todo lo que ves no es tan positivo como crees”. Gracias a ellos pude rechazar en 1937 entrar al partido.

(G.V.)- ¿Cuál es su visión de conjunto, su juicio sobre aquellos acontecimientos?
(H.H.)- El hecho de que mi padre se equivocó en 1933 está fuera de discusión. Durante algunos meses creyó que podría reformar la Universidad con la ayuda de los nacional socialistas. No fue el único en equivocarse: incluso Jaspers, quien después lo condenó, se equivocó también él enormemente. Poca gente sabe que lo que Jaspers escribió en 1933 es casi idéntico a lo que mi padre escribía en esa misma época.

(G.V.)- Lo que dice de Jaspers es sorprendente.
(H.H.)- Existe una carta suya, fechaba en agosto de 1935, en la cual expresa su completa conformidad con el Discurso de mi padre. La carta comienza con estas palabras: “¡Querido Heidegger! Le agradezco por su Discurso del Rectorado”.

(G.V.)- No conocíamos la existencia de esta carta. ¿Fue publicada alguna vez?
(H.H.)- Sí, en la correspondencia Heidegger-Jaspers. Entre otras cosas, siempre en 1933, Jaspers escribió un texto sobre la reforma de la Universidad que fue publicado más adelante por una revista austriaca desconocida. Se pueden reencontrar allí todas las formulaciones que se le reprochan a Heidegger.

(G.V.)- Durante el nazismo, algunos jerarcas del partido, por ejemplo Rosenberg, atacaron a Heidegger, ¿por qué ocurrió esto, en su opinión?
(H.H.)- Porque ellos bien veían que su pensamiento nada tenía que ver con los principios del nacionalsocialismo. También lo acusaban de ser un amigo de los judíos, porque tenía muy naturalmente relaciones de amistad con judíos.

(G.V.)- Usted admitirá que el problema del antisemitismo es controvertido. Uno de los maestros de Heidegger era Husserl. Siempre se insistió sobre el distanciamiento entre ellos, el cual vendría, se dice, del hecho de que Husserl era judío. Algunos biógrafos hablan del resentimiento de la Sra. Husserl hacia su padre por no haber ido a los funerales de su maestro, porque este último era judío. ¿Puede usted decirnos algo sobre esto?
(H.H.)- En los comienzos de los años ‘30, las relaciones con la familia Husserl eran muy buenas. Recuerdo bien que a menudo íbamos a su casa y que pasábamos allí la noche. La ruptura entre Husserl y Heidegger llegó después que Husserl leyera a fondo Ser y Tiempo, cuando se dio cuenta que su discípulo preferido no era heredero de su fenomenología, sino un filósofo que avanzaba de manera perfectamente autónoma en su propio camino. Husserl quedó enormemente decepcionado por esto, hasta tal punto que ya no tenían nada para decirse el uno al otro. Cuando Husserl se retiró de la enseñanza, dio en Berlín una conferencia en la que criticó duramente a mi padre. Pero todo esto nada tiene que ver con antisemitismo

(G.V.)- ¿Cómo recuerda al episodio del funeral?
(H.H.)- Yo no puedo recordar con absoluta certeza lo que pensaba entonces mi padre con respecto a ese doloroso acontecimiento. Lo que sé, es que estaba enfermo. El mismo médico que había dado constancia de la muerte de Husserl le anunció la noticia a mi padre, que estaba acostado con fiebre...

(G.V.)- Usted habló de Berlín. Se dice que su padre rechazó su nombramiento en Berlín, aunque fuese una importante ocasión ¿Por qué?
(H.H.)- Era en 1930. El rechazo a ser nombrado -a pesar de que le ofrecieron una remuneración mucho mejor y hasta un domicilio en la Orangerie de Potsdam- se explica por el hecho de que Berlín no era su mundo y que él no habría permanecido igual, siendo él mismo. Mi padre se sentía en su casa en la Selva Negra, en la región del sudoeste alemán. Por las mismas razones, pero también porque temía que los nazis ejercieran una vigilancia sobre él, es que rechazó en 1933 el ofrecimiento de enseñar en Munich.

(G.V.)- Su padre era católico, un católico que, según se dijo, se había convertido al luteranismo. Por otra parte se pueden interpretar sus escritos como una forma muy intensa de ateísmo. Sin embargo, en sus últimos años de vida la cuestión de Dios vuelve imperiosamente, como puede verse en la famosa fórmula “Solamente un Dios es quien puede salvarnos”. ¿Cuáles fueron sus relaciones con la religión?
(H.H.)- Como venía de una familia muy católica, su formación, su educación han sido católicas. Pero tempranamente ya se dio cuenta que no podía permanecer de acuerdo con los dogmas de la Iglesia. Fue una convicción que maduró interiormente, pero que no podía de movida permitirse expresar públicamente. Un joven de su condición no podía proseguir sus estudios sin el sostén de la Iglesia. Solamente después de obtener su habilitación, al volverse profesor en Marburgo, fue cuando Heidegger pudo decir verdaderamente lo que pensaba. Pero puedo decir con certeza que nunca fue ateo. En todo caso, siempre creyó en la presencia de un Dios. En cuanto a lo que se escribió después, que se había vuelto protestante, bajo esta forma, no es cierto. Tuvo profundas confrontaciones con Lutero.

(G.V.)- Sin embargo, se escribió que se había convertido en protestante.
(H.H.)- Como mi madre pertenecía a la Iglesia evangélica -aunque más adelante se alejó de ella- y nosotros, los hijos habíamos sido bautizados según el rito evangélico, se creó la leyenda de un Heidegger convertido al evangelismo. Pero esto nunca tuvo lugar. El jamás se desprendió de sus orígenes. Y cuando alcanzó la vejez, pidió ser enterrado en Messkirch según el rito católico. Me dijo sobre este tema: “Es ahí donde nací y así corresponde a la costumbre cuando se muere.”

(G.V.)- No obstante su filosofía puede ser leída como una gran especulación atea...
(H.H.)- Su filosofía siempre tuvo como referencia un principio de trascendencia.

(G.V.)- ¿Cree usted que este principio se haya vuelto más perentorio en sus últimos años?
(H.H.)- No. Este interés siempre estuvo presente. Ya cuando era joven hablé con mi padre de cuestiones religiosas, de Dios y de lo divino.

(G.V.)- Usted ya se refirió antes a los orígenes de Heidegger y al hecho de que debía pasar por el seminario para poder continuar sus estudios. Imaginamos por lo tanto que sus orígenes eran humildes. ¿Quiénes eran sus padres, es decir para usted, sus abuelos?
(H.H.)- Efectivamente, se trataba de gente pobre. De mi abuelo prácticamente no tengo recuerdos; él murió cuando yo tenía cuatro años. A mi abuela la recuerdo como una mujer afectuosa y de mentalidad abierta.

(G.V.)- Al comienzo usted habló de las conversaciones en la mesa y del hecho de que su padre se interesaba por el deporte. Ese sería un aspecto poco conocido de su vida ¿Podría agregar algo más?
(H.H.)- Hizo mucho deporte siendo joven; fue un buen atleta, sobre todo con los aparatos; jugó al fútbol, hizo remo y sobre todo practicó esquí. Le gustaba ver los partidos de fútbol de la selección nacional, y en las ocasiones importantes, iba a verlos al televisor de un vecino. Era un gran admirador de Beckenbauer.

(G.V.)- Quién sabe si habrá visto el partido Alemania-Italia, durante el campeonato mundial de 1970, partido que terminó con un puntaje de 4 a 3 a nuestro favor...
(H.H.)- No sabría decirle. Pero si lo vio, no habrá quedado nada encantado con el resultado.