jueves, 25 de marzo de 2010

Todo en su correcto lugar

Que "la tristeza no tiene fin, pero la felicidad sí", que "todo en su lugar exacto", que "la triste alegría", son distintas expresiones de manifestaciones musicales populares en que se revela cómo las fuerzas reactivas contienen el vigoroso impulso creativo, floreciente, de las fuerzas activas, que van a por el mundo, o mueren en su busca. Recuérdese siempre, aún cuando todo esté perdido, aún cuando todo dé la impresión de otra derrota más, aún cuando los derrotados aparentan debilidad y congoja, aún cuando también, habiendo perdido, intentan vivir, que las fuerzas activas, aún acompañadas, lo son de un modo provisorio, pues siempre andan solas, abandonadas a su propio destino, a la embergadura de una desolación alegre, que se jacta de su fuerza en todas las caídas y en todos los vituperios: porque aquel en que se revela la fuerza activa, se conjugan todos los resentimientos y rencores, todas las miserias y, sobre todo, por sobre todas las cosas, en donde se anquilosa su despliegue por la intervención de la represión cobarde, pero lapidaria, de aquellos que obtienen su fuerza ultrajando la de estos otros.

-Vos te haces fuerte matándome. Mi presente no es hoy. Habrá sido el de ayer, o el de mañana. Me extirpas el día, el día a día. Lo haces tuyo, me amputas la raíz, ¡la raíz! Y me dejas seco, abandonado al destino que los dioses me libran, a la tierra anónima que siempre, tan bendita y llena de gloria en su silencio y en su preciada indiferencia, abriga a todos los anónimos, a todos los que, no teniendo dónde morir, ella los cobija. Y todo esto lo haces a base de mi confianza, a ti; yo, que creí y creo una vez más, y siempre, aún inútilmente, perpetuamente más allá de toda obvia estupidez, que algún día podrías ser alegre para soportar, para convivir, con mi fuerza. Pero le temes y la deseas, y por eso no me toleras y venís por mi muerte, y me matas, y me matarás cuánto haga falta, porque el resentimiento del mundo no soportará nunca, jamás, haber descubierto que la felicidad se vislumbraba en la tierna modesta sonrisa de otro. Mi sonrisa, ayer, mi sonrisa, mañana. Mi sonrisa, hoy, bajo tierra, una vez más. Que no sea la última. Alguna semilla lo habrá de saber: no será la última.
¡Que se repita miles y miles de veces más!, ¡Que los cuerpos nacieron para luchar y morir!, ¡para reír aún siga vigente el reino de los tristes!

Pronto, es inminente, todo volverá a su correcto lugar. Se avecina nuevamente, la victoria abyecta de los insolentes cobardes. Es tiempo de mirar una vez más al horizonte, siempre augurando otra espera, y que el machete -no será un hacha- me derribe de un golpe seco.