domingo, 25 de enero de 2009

El pensamiento negativo

Lo tortuoso es el deber de vivir con «el propósito de la conciencia». Deber “atender a…”, como un “dirigido hacia…”, no es de pronto más que el agobio de la dirección, por la prestancia de la intención hacia la cosa, que no busca ni acaso espera, a ser encontrada. Se trata de infinitas distancias: la intención y la cosa. Pero a su vez, cierta habitualidad cotidiana gana al servicio de la intención misma, y dispone hacia un ejercicio torpe, aunque permanente, de conexiones varias entre ella y el mundo. Un juego ambivalente, que por un lado se afirma expresamente como una relación de sujeto-objeto, y por el otro, una ofuscación del límite, tal que las diferencias son sólo en el margen, perdiendo la escisión que distingue. Las diferencias se reducen al margen, debiendo convivir en azar y fuerza. Una expresión de inmanencia que no es solicitada, más bien es producto, resultado, efecto. No es lento el camino que lleva a los límites de la cosa divina que superior al género comprende la totalidad de lo ente. Pero no por reconocer una naturaleza se implica de ella una posibilidad de fondo a “descubrir”. Que no podamos conocer un concepto en sí remite a la contingencia del mundo, que de fondo no hace más que declarar el sentido trágico de la existencia: su dolor sin causa. Sentido que se afila en el borde de su abismo, casi borrándose en sinsentido, oscilando en su margen el ser y no ser. Una cosa lleva en su origen a su contraria que la terminará por acabar. Pero al par, una cosa es su cosa contraria que la termina de acabar. Hay un azar fortuito que inaprensible es huidizo a la determinación de ser. Permanece siempre por fuera de ser, el azar es libre en su no ser.

La posibilidad de no ser en el no ser, implica la libre asunción del acontecimiento que emerge como efecto de la serie infinita de efectos. Es la libertad de no ligarse a un proyecto que no me hace.

jueves, 8 de enero de 2009

The Sandman


"Dream a little dream of me", Neil Gaiman, Ed Kramer