jueves, 30 de septiembre de 2010

Conmigo no se puede hablar

Es cierto.
Lo reconozco.
Sí, ya lo sé.
¿Qué quiere que le diga?,
¿sería prudente de mi parte la hipocresía de negarlo?
En absoluto; no se trata de una virtud,
sino de la fatalidad de ser un mero hecho:
conmigo no se puede hablar.
¿Quién soy yo?, ¿Quién es usted?
¿Con quién se puede hablar?
¿Con quién se llega a hablar?
A mí se me puede encontrar,
y usted me entiende la palabra si aún me lee.