viernes, 12 de junio de 2009

Extirpación Nro 11

El infinito no tiene número, pero se convino que recostando un ocho es una figura recomendable. El ocho es un número par, que inicialmente se reduce a dos elementos multiplicados por cuatro, algo así como dos veces para cada uno de los dos elementos. La cuenta responde a dos oportunidades para dos individuos que alguna vez se encontraron, y este acontecimiento es una manera del infinito, pero, casi pensando en almas, en esto ya se trata de la eternidad. Yo no sé si ya perdí todas las posibilidades de mis dos oportunidades. Pero hoy, que yo puedo hablar, no hablaré de mí, aprovecharé este breve lapso en que yo hablo porque sólo en este breve lapso de tiempo puedo patalear, regañar, refunfuñar, con tal que aquí nadie hay que pueda fastidiarse por ello, hablaré, con tal de vivir este pequeño respiro de libertad que inmediato comienza su ida.

Tengo que hablarte a vos, y te hablo aquí aunque nunca me respondas, porque me tienes cansado y agobiado con tu juego, con esa inocencia mal parada, mal creída y mal diseñada, tan enferma y dispar, tan ronca e ingenua, que crees que por verme como postal, piensas por eso que no significo; pero ya ves, si no signfico no es porque ya no..., sino porque vos misma volas contra el vidrio y te golpeas adrede contra el muro invisible, sos la mosca más voluntariosa contra la traslúcida realidad. Estoy comenzando a odiarte sin odio, a tener violencia contra vos sin que seas una carne, o mejor (para que entiendas y no digas que me guardo críptico en formol) sin que esa violencia fantasmal que encarno para mí y para ti pueda transformarse en amor, sin que esa autoposesión que estando aislada de su otro aquí, sólo es cáncer, sin poder ser allí una posesión de los cuerpos y el aura que a nosotros mismos nos infundimos, porque, sabes bien, no hay amor que no nazca de la pasión... y la pasión es ambigua, oscura e incierta.
Y eres triste, tanto que crees que por verme a mí honesto en mi dolor y mi condena, crees estar más fuerte. No pienso, creo soberanamente que piensas en mí, que me necesitas a mí, que en mi inexistencia peso con mi aliento.
Pero no quieres ya amar, no quieres amarme, quieres creer jugar a otro amor, a otra naturaleza, en otro perfume, y yo soy muy torpe aún para tener un pájaro en mano a cien volando, aunque debes saber que el cáncer ocupa tantos lugares con el dolor, que uno se olvida de la belleza de este mundo.
No diré de mí acá, aunque por hablarte justo a vos, ya rompí con esa promesa, pero no diré más de mí sencillamente porque acá estoy yo, hablandote a vos, para llegar a vos; estoy acá por dirigirme a vos, sabiendo que es en vano, que es para nada, porque sé que no me atenderás, que te burlarás, que refunfuñarás, pero es bueno en todo esto saber que, después de tantos años, si hoy Conficio escribiera su Gurges, ya no angustiaría por el anonimato de su lector, yo sé como nadie podría saber, que Conficio le estaría escribiendo a alguien (lo que no es poco).