martes, 28 de julio de 2009

La muerte y yo (no es el tema del Indio)

En menos de una semana, la oz de la parca cosechó tres muertes en tres personas ubicadas geográficamente próximas a mi hogar. Eran vecinos, tan presentes como indiferentes, como árboles que una vez desmantelados de su sitio, se advierte una extrañeza en el paisaje y no se sabe cuál. Pero con este día de invierno, en el que el sol apenas se lo distingue como una borra blanca en medio del cielo ahogado de nubes grises, a mí -aunque así no lo quiera- me resultó ajeno. Lo ocurrido me afecta tanto como un noticiero: a nadie le conmueve ver en la pantalla cadáveres, sangre, discursos llenos de pánico y rebozantes de paranoia, en fin, cualquier alusión a una muerte diaria por día, ya violenta o serena. Estamos desbordados de muertes ajenas, que al concebir la muerte, ya casi se trata de una película de tiros; la muerte no es más que una excusa.
Hoy, casualmente, me desperté unas horas antes de lo debido, y miré unos capítulos de la primera temporada de The Sopranos, en especial, el número 12, en el que Tony Soprano delira con personas que no existen (una italiana ideal como encantadora), y con su mujer, regañándole por estar abandonado en la cama como un vago adolescente, temoroso ante el porvenir. Ahí, donde la fiaca vuelve costoso el levantarse, alzó su cuerpo y se dirigió a la calle, donde caminaba ido de sí, cuando apenas reproducía unos movimientos para comprar un diario y un jugo, dos negros aparecen y forcejean con él, haciéndole expreso que su muerte estaba sentenciada. Sin ganas de vivir, y no obstante, dando todo su esfuerzo por sobrevivir, su cuerpo luchaba con toda fuerza, no dejando un milimetro más de posibilidad al destino que lleva bajo tierra. En la camilla, en el hospital, era encantador verlo recuperar el ánimo. Aunque probablemente se trata de un alivio circunstancial, que con unas cuantas semanas de erosión, se hace a un lado y el desánimo retorna. Nada cambia si aquello que debe ser modificado, sigue igual. Pero nunca se sabe muy bien qué es lo que se debe cambiar. La muerte, sigue siendo un ultimátum.

Y todas las que acaecen, siguen siendo sólo noticias ajenas.