sábado, 14 de noviembre de 2009

H

Si no somos culpables de lo malo que nos sucede, es porque tampoco somos responsables de lo bueno que nos acaece, puesto que salvar un término de la dicotomía llevaría a toda una dogmática, probablemente ya existente en el pasado (¿qué falta ya por existir?), la cual no superaría el hecho de ser una mera justificación, útiles pero meras maneras de ordenar los acontecimientos para no ser desbordados por ellos, y poder verificar a través de un criterio binario de éxito-fracaso, el efecto de ganador o perdedor.
Pero si la ilusión que genera el advertir que uno es conciencia de un cuerpo, permite aventurar perspectivas posibles acerca de lo que pudo haberse transformado, por medio de lo que vendrá por transformarse, siendo que siempre subyace la fuerza constante que cursa invariablemente siempre primera a toda reacción, tal vez entonces, ésta pueda trastocarse al fin por intervención de quien/de qué, que andando de por medio, sin saberlo, sin suponer muy acertadamente, pero tragicamente hacedor, porque en definitiva con su presencia, no permite la unidad entre lo pasado y lo futuro, crea la salida.
Nunca distinguirá si ganó o perdió. Sería suficiente con que, Quizá, abrió salida.