miércoles, 30 de julio de 2008

Vindicación de la diferencia.

No es lo mismo felatio que cunnilingus: la diferencia -que a nadie parece importar-, reside en que el objeto al que la acción se entrega no es indistinto.

En un caso es el pene:


En el otro la vulva:

¿Por qué los hábitos del lenguaje se acomodan con tanta sencillez a hablar de "sexo oral", -sin mencionar la tan cómoda (pero recurso que encubre la vergüenza torpe del tema) expresión tosca, bárbara, grosera que acorde a la región varía- (no, definitivamente no me sentiría gracioso ni desvergonzado por mencionar ejemplos, no quiero ser otro individuo más que le dé cabida a juegos risibles por no contener su pudor al tratar de sexualidad)? Es una pena que se reduzca el potencial de la diferencia. Históricamente no se peca de falta de conciencia: desde las religiones hasta las científicas teorías que se preocupan por los lugares de los roles (sin agrandar el círculo de referencias posibles) como las funciones de la sexualidad, atienden a la diferencia de géneros. ¿Por qué se habla indistintamente?, ¿no son acaso artes completamente diversos, a pesar de la familiaridad? Por ahí uno decía a su manera que no es serio hablar de "chupar" en el caso del cunnilingus, porque no se trata de la misma situación que la felatio. Inconmovible a verdades científicas opino con igualdad, no pretendo acertar una verdad, sólo reclamo la valorización de la diferencia. Es fundamental abandonar algo tan universal y abstracto como "sexo oral", para lo que más bien consiste en convidar y ser convidado a instancias sexuales. Ante todo, el sexo exige tener presente lo concreto, lo individual, lo diferente.
Aprendamos del sexo, de nuestra sexualidad, ¿qué digo? ¡De nuestras sexualidades!

A no olvidar que la obsesión intelectual, tan afanosa de homogeneidad, entorpece esta práctica, personalmente pondero la gracia del juego, éste rompe con toda ordenación fría, invita a la espontaneidad más auténtica sin ofenderse ingenua, y hace de la circusntancia una sonrisa nerviosa y excitante antes que un pobre pudor compartido y negado en iguales maneras.


Finalmente, aquí debajo dos figuraciones admirables que se coronan por sí solas.


(inviten, invítense)