sábado, 18 de abril de 2009

Extirpación Nro 4

Me cansa tener gente alrededor
si no meto un trago llega el mal humor
Mentiras amables veneno paciente
y nada de lo que supimos desear.

Desde cuando sos, tan sensible vos
Indio Solari. Veneno paciente.

Esto es un pecado, lo sé: ya no aplicar fuerzas ni siquiera para pecar; jugar al sometimiento porque ni su resistencia ni la opresión cambian nada aunque quisieran; contemplar la carne en su coqueteo que inutilmente esperaría la flecha que la penetre; no comer porque violentaré al cosmos; este es el hundimiento mismo, ya me traiciono a capa y espada, y me odio con escaso orgullo: donde no hay budismo que justifique, donde no hay cristianismo que sancione, y sin embargo, aprisionado en un doloroso tumor, la de mi cobardía frente a mi destino.
Destino, de todas formas, que como expresión, muy conclusiva, determinante por determinada, mas por eso mismo, absolutamente indeterminada: La incertidumbre del destino. Me pregunto ahí, si la cobardía es por lo incierto, si es ante la incertidumbre, o si es a la apariencia de determinación.

O si es ante la posibilidad del pasado.

Siempre ante la posibilidad del pasado. En el fondo, que no existe, somos superficies con sed de venganza. Mi sed de venganza se ha vuelto invisible, volatilizada en una ausencia, esparcida en la inmaterialidad de un sueño material, en alguien que no va a estar.

Y el amor luego es un sueño sin lugar, deambula por ahí, sin saberse vivo, sin saberse rumiando, sin recordarse jocoso, danzarín: ardilla.

No, no sé dónde he de estar llendo. Pero sí, que estoy llendo. Eso, me asusta: la venganza que no encuentra sed en mí, ha volado y se ha posado en la aguja del tiempo. Entonces el tiempo, de juez pasa a tirano, se venga de mí, de mi impotencia, germinando en mi falta de venganza, el asidero de mi infierno, ligándome al dolor del quiebre imposible: todo marcha, sin detenerse, sin un dónde, y como no sé matar, como no atrevo a matar, como soy el cobarde empuñando el cuchillo mientras vacila, me quedo sin morir. ¿A quien espero para morir?, ¿con quién, por fin, empuñaré mi muerte, con quién mataré?, ¿a quién mataré?, y ¿me mataré, por fin?