domingo, 7 de agosto de 2011

Uso imposible

¿De qué sirve sostener un constructo imaginario que nos falsifica, que nos despersonaliza, que enfatiza principios que no asumimos, que nos juega en una hipocresía hasta en los recodos donde uno se cree más auténtico?, ¿de qué sirve impostarse una imagen narcisista que no brega nada a favor de una realidad sustentable?

No hace falta otro espejo, alcanza con el reflejo natural en los elementos de la naturaleza muerta.

Pero estamos solos. Aunque ese nunca es el problema; sino que nos sentimos solos. Entonces nos perdemos en el infierno impropio -ni nuestro ni del otro; ajeno a todos- para creernos más queridos, más apreciados; mas es el consuelo de una sombra, a la sombra del sí mismo.

¿Para qué todas estas letras aquí, entonces? Se me dirá que caigo en contradicción (más que a nadie, como si no pudiera asumirlas, como si no tuviera en claro mi posición sobre la hoja, entre otras palabras).

Este escribiente no es otra cosa que atestiguaciones, propias o ajenas, no puede negar su impresión que redobla en interpretación, asume su río natural y lo hace verbo, río de letras, palabras que mojan mientras transportan.

Estas atestiguaciones quedan para l@s peregrin@s viajantes que no se apropian ni categorizan el paisaje, para quienes despliegan su misterio junto con la alteridad que convive, ésta misma; estas letras quedan para aquellos que recuerdan a un amigo sobre las sierras, y ¿por qué recordar a alguien en medio de la montaña?

Ahí mismo, no cabe para que..., ni utilidad alguna.

A usted, sólo a usted, ahí, un abrazo en la distancia.