domingo, 27 de noviembre de 2011

Elevación

Por encima de los estanques, por encima de los valles,
de las montañas, de los bosques, de las nubes, de los mares,
más allá del sol, más allá de los éteres,
más allá de los confines de las esferas estrelladas.

Espíritu mío, te mueves con agilidad,
y, como un buen nadador que se solaza en la ola,
surcas alegremente la inmensidad profunda
con una indecible y vigorosa voluptuosidad.

Vuela bien lejos de estas miasmas morbosas;
y ve a purificarte en el aire superior,
y bebe, como un puro y divino licor,
el fuego claro que llena los espacios limpios.

Detrás de los enojos y los enormes disgustos,
que cargan con su peso la existencia brumosa,
dichoso aquel que puede con un ala vigorosa
lanzarse hacia los campos luminosos y serenos;

aquél cuyos pensamientos, como las alondras,
por la mañana emprende hacia el cielo su vuelo libre,
que se cierne sobre la vida y comprende sin esfuerzo
el lenguaje de las flores y el de las cosas mudas.

Charles Baudelaire,
Spleen e ideal

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Lo que se ve no es lo real



Cabeza, Pez.

Barcos



Folklore, Pez.

domingo, 6 de noviembre de 2011

Autonomia

Freud termina la conferencia 31 enunciando “Donde Ello era, Yo debo advenir”, luego de presentar las tres cualidades de la condición de consciente y los tres ámbitos del aparato psíquico de la segunda tópica, para sintetizar con dicha expresión la dinámica que se establece entre la instancia del Yo con la del Ello, del cual aquél proviene. Estando el Ello abierto a lo somático, hallan expresión en él las necesidades pulsionales que, regidas por el principio de placer, procuran su satisfacción en la descarga. En tanto, el Yo, desprendido del Ello, está volcado al mundo exterior mediando entre las percepciones y la conciencia, dándose con ello la noción temporal. Así, por encargo del Ello, el Yo gobierna la motilidad, que a costa de interponer el pensamiento entre la necesidad y la acción, destrona el principio de placer por el de realidad. El Yo sustrae sus energías del Ello por distintos mecanismos, procurando darle a éste una dirección; ahora bien, siendo endeble, el Yo puede terminar por realizar lo que el Ello le exige. Esto ocurre porque las funciones del Yo se articulan a la vez con el Ello, el Superyó, y el mundo exterior, pudiendo encontrarse sofocado por estos en conjunto. Es allí que Freud sintetiza, mediante la expresión, el propósito de la terapia psicoanalítica, que es fortalecer al Yo, hacerlo más independiente del Superyó y apropiarse nuevos fragmentos del Ello para organizarlo. Castoriadis la retoma, a raíz de analizar qué es y cómo se da la autonomía, subjetiva y social. Partiendo desde el individuo, interpreta primeramente la expresión como la petición a tomar dicho lugar como instancia de decisión, tratándose así, de un dominio de lo consciente sobre lo inconsciente, lo autónomo ante lo heterónomo, o bien, mi Discurso opuesto al de Otro, Otro que es en mí y puede dominarme, en tanto me creo aquello que no soy, esto es: el sujeto es alienado por el discurso del Otro a raíz de un dominio de lo imaginario autonomizado que le define su realidad y su deseo. Por ello la represión no es alienación, ésta no se da por el conflicto entre el principio de placer y el de realidad, sino por el conflicto por un lado de la represión y por el otro de la elaboración imaginaria en el seno del sujeto. Castoriadis está comprendiendo el Ello como la función del inconsciente que inviste de realidad lo imaginario, lo autonomiza y le confiere poder de decisión, siendo lo imaginario la repetición-transformación del Discurso del Otro. Entonces, si toma su lugar, el Yo remite el sentido a lo que se constituye como la verdad del sujeto. Ahora bien; si se toma esta interpretación de manera absoluta, se propone un objeto inaccesible, pues, ¿cómo pensar un sujeto que reabsorba totalmente su función imaginaria? Del imaginario surgen “los fantasmas alienantes como las creaciones más auténticas”. Lo imaginario y su vinculación simbólica son irrenunciables para el hombre, en tanto le permiten ver en una cosa lo que no es tal. Ahora, si se la interpreta como un proceso activo, se promueve otra relación entre consciente e inconsciente, siendo así sujeto autónomo aquel que se sabe con fundamentos suficientes para afirmar “esto es mi verdad y esto, mi deseo”. En el sujeto hay el no sujeto: la libertad inalienable que posibilita el cogito, instancia que se diluye no bien resurge un contenido en el pensamiento, en el que está presente el Otro bajo la forma y el hecho del Discurso, posibilitando la intersubjetividad. No se trata del sujeto del cogito, hay opacidad en su objeto; la multitud de los contenidos del Discurso del Otro con la que aquél nunca acabó y sin la cual no podría ser; siendo una actividad codeterminada por lo que se da como objeto, pues hay inherencia recíproca entre sujeto y objeto. La autonomía consiste entonces en que el sujeto encuentre un sentido ajeno y lo transforme, de ahí que la autonomía no sea individual, sino social e histórica; procede de lo colectivo impersonal que llena las formas sociales, las instituciones. Por ello, la alienación no consiste ni en el inconsciente individual ni en lo intersubjetivo, sino en las condiciones de opresión de la sociedad, instituida doblemente, ya por el contenido de las instituciones, ya por la alienación de toda la sociedad. De este modo, no sólo no es posible escindir del sujeto el Discurso del Otro, sino que tampoco es posible una sociedad sin instituciones, como una sociedad transparente a ellas, porque en éstas se expresa la fuerza creativa de lo simbólico-imaginario, lo cual se da en el plano social bajo la tensión instituido-instituyente.

martes, 1 de noviembre de 2011

Para que no te fueras



Axel Krygier, Zorzal 2007.