lunes, 6 de abril de 2009

Extirpación Nro 3

Este juego, el que censuró el habla de un yo y permitió la escritura a alguien que soy (que no sé quien es, y al que siento yo mismo aunque más no sea él), reencuentra de pronto, a las máscaras otra vez. Y así, ¿cómo esperar lo que retorna?, y ¿qué hacer si algo retornara? La receta es la misma, la única, vale decir, ninguna: afirmar «lo mismo» en la palabra, es afirmar «la diferencia» entre el desplazamiento de la palabra, que al ser dicha intencionadamente, es llevada más allá de sí misma, siendo la misma cosa la que ha variado en otra: Hoy, hoy, hoy.

Hoy, odio la filosofía. Hoy, amo la música.

Así, habla mi hoy, a través de mí. Pero, ¿cuál hoy?, ¿qué fecha tiene? Ante el silencio de hoy, la verborragia del silencio; y al ruido del silencio, el silencio de la música.
El silencio permite la disrupción, la dislocación, la ausencia propia, lo que nunca se deja de ser encontrado, él sólo aparece si aparece... como gran audacia de un burlón en presencia de un agresor externo, al que no dirá su ausencia más que con una forma insignificante: sólo aparece si aparece.
La fugacidad; no la ilusión, o el efecto de ilusión, o el efecto de apariencia, o el efecto de..., no: aquí, la fugacidad entraña el reverdecimiento del drama; hoy, sólo es hoy, porque no hay más que hoy. La fugacidad burla a lo que siempre hay, a lo único que hay, todavía más: por su carácter, ocurrió que la burla, generosa, le da lugar al inerte hoy.
La admiración es una sola: hay lugar sin hoy, hay no tiene lugar en el hoy.
Y ahora, ya está dicho:

a encontrar nuestro lugar en el no-lugar.
somos naides.