lunes, 28 de diciembre de 2009

Consecuencias para el eterno retorno

Cuando los dados lanzados afirman una vez el azar, los dados que caen afirman necesariamente el número o el destino que acompaña a la tirada. Es en este sentido que el segundo momento del juego también es el conjunto de los dos momentos o el jugador que vale por el conjunto. El eterno retorno es el segundo momento, el resultado de la tirada, la afirmación de la necesidad, el número que reúne todos los miembros del azar, pero también el retorno del primer momento, la repetición de la tirada, la reproducción y la re-afirmación del propio azar. El destino en el eterno retorno es también la «bienvenida» del azar: «Hago hervir en mi olla todo lo que es azar. Y hasta que el azar no está cocido y a punto, no le deseo la bienvenida para hacer de él mi alimento. Y en verdad, mucho azar se ha acercado a mí como dueño: pero mi voluntad le ha hablado más imperiosamente todavía, y ya estaba arrodillado delante mío y suplicándome — me suplicaba darle asilo y cordial acogida, y me hablaba de modo adulador: tenlo en cuenta, Zarathustra, sólo hay un amigo que venga así a casa de un amigo» ]. Esto quiere decir: hay muchos fragmentos del azar que pretenden valer por sí mismos; se amparan en su probabilidad, cada uno solicita del jugador varias tiradas; repartidos en varias tiradas, convertidos en simples probabilidades, los fragmentos del azar son esclavos que quieren hablar como señores; pero Zarathustra sabe que no es así como hay que jugar, ni dejar jugar; al contrario, hay que afirmar todo el azar de un golpe (es decir, hacerlo hervir y cocer como el jugador que calienta los dados en sus manos), para reunir todos los fragmentos y para afirmar el número que no es probable, sino fatal y necesario; sólo entonces es el azar un amigo que va a ver a su amigo, y que éste hace volver, un amigo del destino del que el propio destino asegura el eterno retorno como tal.

Gilles Deleuze.
Nietzsche y la filosofía