viernes, 1 de junio de 2012

39

Si nos perdemos en la contemplación de la inconmensurable grandeza del mundo en el espacio y en el tiempo, si meditamos en la infinidad de los siglos pasados y venideros, o si, mirando al cielo estrellado, consideramos la infinidad de los mundos y la extensión inacabable del espacio, nos sentimos pequeños y, como individuos, como cuerpos vivos, como fenómenos pasajeros de la voluntad, nos perdemos como gota de agua en el océano. Pero a la vez, contra este fantasma de nuestra propia nada, contra tan engañosa posibilidad, se yergue en nosotros el convencimiento íntimo de que todos esos mundos no existen más que en nuestra representación y no son más que modificaciones del sujeto eterno del conocimiento puro que somos nosotros, así olvidamos nuestra personalidad, convirtiéndonos en el fundamento necesario de todos esos mundos y de todos esos tiempos. La inmensidad inquietante del mundo depende ahora de nosotros, ya no dependemos de ella.



A. Schopenhauer,
El mundo como voluntad y como representación

Shine on you crazy diamond



Pink Floyd, 1975