miércoles, 4 de agosto de 2010

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Es difícil leer sin emoción, a mi juicio, por lo menos, el comienzo de la obra; la profundidad del sentimiento y la sinceridad del tono manifiestan la aspereza de las luchas pasadas. Ajeno a cualquier Iglesia, solo ante el Universo, misterioso aún y sin duda hostil, lleno de peligros, Spinoza quiere salvarse por la reflexión pura, el buen uso del entendimiento. Y eso tiene verdadera grandeza. ¡Cuán diferente de la situación de Descartes al comienzo de las Meditaciones! (Para la comparación de ambas obras véase Kuno Fischer, Geschichte der neueren Philosophie, 1, 2, pág. 266.)

Charles Appuhn