martes, 12 de octubre de 2010

La justa valoración al mediocre

Absoluta repugnancia ante aquél que no interviene nunca en su destino, porque lo espera todo NO DE SU DESTINO; sino de la NADA.

Absoluta repugnancia; porque en él no sólo no hay acción, tampoco hay pasión, ni siquiera espera, sólo temor. Cobarde temor, cobarde...
porque aún no sabe a qué le teme (pero le huye a la angustia...).

Absoluta repugnancia (¡)de tener cerca(!) a quien no sólo no decide, sino que además, deniega, se exculpa, se alivia; cínicamente.


Absoluta repugnancia por quien se cree adecuado a la norma y es
alguien que no es nadie, porque por ello es más bajo que aquél que se asume bajo (nadie que no es nadie). Miserable dos veces.

Absoluta repugnancia por quien se excusa
con su mesiánico álter ego cada vez que debe actuar: eso no es ni destino ni alteridad; eso es herrumbre por exceso de necedad.

Que la diferencia no se produce sino que acontece, es algo que un mediocre no acepta, por saberlo. Como le teme, aunque la necesite, la niega, mas luego, por ésta, su cobarde y única intervención, cree usufructuarla, como si se tratara de una billetera o un carnet de socio.

¡No hundirse nunca jamás en la misma profundidad de un mediocre!
Purificarse de tanta pulcritud sólo es posible con la fuerza de las llamas.



¡Prenderse fuego ante la falta de valor del miserable!
(una sola chispa a centímetros de su cuello lo esfumará del paisaje)