miércoles, 5 de septiembre de 2012

Otra botella al inodoro personal

Siempre escribí para no encontrarme tan solo, para rehusarme a la soledad invasora; para encontrar a alguien singular, movilizado por deseos, ensoñaciones y sueños. Como si fuese el anacoreta que vive 11 años en un baño y tira cada uno de sus días de escritor, un mensaje en la botella al mar del inodoro personal. He creído encontrarme varias veces con la realización de una pretensión semejante, y no pocas veces me partieron el corazón. 
Un dolor me costó el refugio y ahora vuelvo aquí parcamente de cuando en cuando, como si oliera un rastro presente que no obstante destila indiferencia. Alguien que, si algún tiempo atrás merodeó por aquí, ya olvidó este parque y lo abandonó al antojo de la naturaleza. Soy un jardín abandonado, una maleza caprichosa del Sol. Y con todas las injusticias que me acaecen, así soy feliz en la plenitud de mi desarrollo: porque no envejezco, sólo me fundo cada vez más en la naturaleza entera.