domingo, 21 de agosto de 2011

Las encrucijadas del laberinto

Pensar no consiste en salir de la caverna, ni reemplazar la incertidumbre de las sombras por los contornos recortados de las cosas mismas, la claridad vacilante de una llama por la luz del verdadero sol. Consiste en entrar en el laberinto (...). Consiste en perderse en galerías que sólo existen en la medida en que cavamos incansablemente, en girar en círculos en el fondo de un callejón sin salida cuyo acceso se ha cerrado detrás de nuestros pasos, hasta que esta rotación abre, inexplicablemente, fisuras transitables en la pared.

Cornelius Castoriadis,
Las encrucijadas del laberinto, 1978

Dale Gracias



Spinetta Jade,
Alma de diamante, 1980

Mi Otro; mi complemento

Hubo quienes entendieron este espacio como un juego solitario, solipsista, autista; nada más alejado de la intención: este espacio es fruto de no haber encontrado espacio donde hubo su necesidad; encontrarme con el Otro.
Aquí vine, para no ser quien escribe sino quien lee, para que quien escriba sea otro de mí, mi Otro, y que "yo" sea quien lea, aunque en este caso, usted misma, persona allegada que abrió mi horizonte, que sorprendió mi necesidad de compañía, que me entiende tanto y tan bien, que ya no soy quien lee, que eres mi Otro, el que no soy, que me lee, me responde, me cuida y atiende.
Atónito, yo ya soy Otro por mi Otro, que eres tú, Otro: a ti, todas mis palabras, con tal que siembres un floral con ellas.
En silencio, en soledad, ya no me siento solo: estoy contigo.