viernes, 26 de junio de 2009

El cuerpo [como ser sexuado]

Más: incluso apartado del circuito de la existencia, el cuerpo no cae del todo en sí mismo. Incluso si me absorvo en la vivencia de mi cuerpo y en la soledad de las sensaciones, no consigo suprimir toda referencia de mi vida a un mundo; a cada instante brota alguna intención de nuevo en mí, aun cuando sólo sea hacia los objetos que me rodean y caen bajo mis ojos, o hacia los instantes que van llegando y empujan hacia el pasado cuando acabo de vivir. Jamás me convierto completamente en una cosa dentro del mundo, siempre me falta la plenitud de existencia como cosa, mi propia sustancia huye de mí por el interior, y siempre se esboza alguna intención. En cuanto es portadora de «órganos de los sentidos», la existencia corpórea no se apoya jamás en sí misma, siempre está trabajada en un no-ser activo, continuamente me hace la proposición de vivir, y el tiempo natural, en cada instante que llega, dibuja sin cesar la forma vacía del verdadero acontecimiento. Esta proposición se queda, sin duda, sin su respuesta. El instante del tiempo natural no establece nada, hay que volverlo a empezar en seguida y, en efecto, vuelve a empezar en otro instante, las funciones sensoriales solas no me hacen ser-del-mundo: cuando me absorbo en mi cuerpo, mis ojos no me dan más que la envoltura sensible de las cosas y las de los demás hombres, las cosas mismas están afectadas de irrealidad, los comportamientos se descomponen en el absurdo, el mismo presente, como eternidad. La existencia corpórea, que pasa a través de mí sin mi complicidad, no es más que el bosquejo de una verdadera presencia en el mundo.

Maurice Merleau-Ponty, Fenomenología de la percepción

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