domingo, 27 de marzo de 2011

¿Por qué soy tan sabio?

¿Y en qué se reconoce en el fondo la buena constitución? En que un hombre bien constituido beneficia a nuestros sentidos, en que está tallado de una madera que es, a la vez, dura, suave y olorosa. A él le gusta sólo lo que le es saludable; su agrado, su placer cesan cuando se ha rebasado la medida de lo saludable.
Adivina remedios curativos contra los daños, saca ventaja de sus contrariedades; lo que no le mata le hace más fuerte. Instintivamente forma su síntesis con todo lo que ve, oye, vive: es un principio de selección, deja caer al suelo muchas cosas. Se encuentra siempre en su compañía, se relacione con libros, con hombres o con paisajes, él honra al elegir, al admitir, al confiar.
Reacciona con lentitud a toda especie de estímulos, con aquella lentitud que una larga cautela y un orgullo querido le han inculcado, examina el estímulo que se acerca, está lejos de salir a su encuentro.
No cree ni en la desgracia ni en la culpa, liquida los asuntos pendientes consigo mismo, con los demás, sabe olvidar, - es bastante fuerte para que todo tenga que ocurrir de la mejor manera para él.

F. Nietzsche, Ecce Homo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Basta con que se me haga algo malo para que yo «ajuste cuentas», de eso estése seguro: pronto encuentro una ocasión para expresar mi gratitud al «malhechor» (a veces incluso por su infamia) - o para pedirle algo, lo que puede resultar más cortés que el dar algo... Me parece asimismo que la palabra más grosera, la carta más grosera son mejores, son más educadas que el silencio. A quienes callan les faltan casi siempre finura y gentileza de corazón; callar es una objeción, tragarse las cosas produce necesariamente un mal carácter - estropea incluso el estómago. Todos los que se callan son dispépticos.

F. Nietzsche, Ecce Homo.